miércoles, 19 de diciembre de 2012



Por fin... me liberé.
Llegó a casa muy cansada, era ya media tarde, y se dispuso a preparar algo rápido para almorzar: un tomatito ligero, una latita de atún, unas aceitunas (le encantan las aceitunas) y un poco de pollo a la plancha. En apenas un cuarto de hora todo está preparado y se dispone a saborearlo en el salón, sentada en su sofá favorito, mientras ve la televisión y degusta un Rivera del Duero.


Una vez está allí, saborea lo que ha preparado mientras hace zapping constantemente; no encuentra nada que le guste. Todas las noticias son negativas, hablan de crisis, dolor, guerras... en definitiva, del fin del mundo, de este mundo de comodidad que conocemos.


Las películas que aparecen en algunos canales tampoco son agradables, tratan sobre marcianos, muertes, dolor...


¡¡Bastante tengo ya con lo mío como para aguantar esto!!— Dijo en alto mientras apagaba la tele con el mando a distancia.


Lo suyo... Sí, era una historia triste, acababa de ser despedida, con una mísera indemnización después de décadas prestando servicios en la misma empresa, sacándole “las castañas del fuego” a ese jefe que tanto alardeaba de sus maravillosos viajes, sus vehículos de gran cilindrada, los “ligues” en las noches de lujuria, siempre bellas jóvenes..., mientras ella, que le amaba en secreto, veía marchitar su juventud día tras día.


Había dejado atrás a Jacinto, aquel primer noviete de la juventud; Carlos, un representante que se cansó de agasajarla durante más de un año y al que hizo caso omiso. El vecino del quinto, que siempre la miraba con buenos ojos y era excesivamente atento con ella; nunca le dijo nada, pero sus ojos, su forma de mirarla, lo decían todo.


Sí, bastante tenía... y más con ese par de copitas de vino que acababa de tomar. Estaba agotada de tanto pensar y pensar durante las últimas semanas, y por fin, hoy, había acabado su martirio...


Con este pensamiento se sumergió en un profundo sueño.


Pasaron las horas y ya de madrugada despertó. Se sentía en paz, feliz, risueña. Ella misma se extrañó, tras el tremendo día que había pasado, pero todo tiene su explicación: Había soñado -como en su adolescencia- que se dedicaba a escribir historias, poemas, relatos... Le encantaba “soñar despierta”, hablar con la gente, soñar sus mismos sueños y ayudar a que se cumpliesen... De repente, sintió que había llegado el momento, su momento.


Se duchó con su gel favorito -olor a azahar-, secó cuidadosamente su cabello, se vistió con su ropa más alegre y se dirigió al asilo donde estaban sus padres. Éstos, al verla, creían soñar:


Hija, ¿qué haces aquí? Desde Navidad no sabemos nada de ti — dijo su madre.


¡¡Oh!!...— apenas pudo balbucear su padre mientras soltaba unas lágrimas de alegría.


Mientras, la joven, no paraba de sonreír. Se sentía dichosa y feliz. Con su pequeño magnetófono en la mano se dirigió a sus padres:


A ver, de uno en uno... cuénteme esa historia tan bonita, sí del día en el que se conocieron... Muchas veces lloré de emoción con ella, y ya es hora de compartirla, que la conozca mucha gente... ¡Qué el mundo sepa que SÍ EXISTE EL AMOR!


Y así fue  como sucedió: grabadora en mano, Carmen comenzó su nueva andadura. Su nueva misión en la vida: repartir amor, sembrar el mundo de ilusión, compartir todo lo bello que a veces se va en los recuerdos de quienes amamos.



Aquél viernes, 21 de diciembre, sepultó su mundo y “parió” su nueva vida, tras un sueño y unas copas de vino. A veces, un dolor, un agravio, una “mala faena” puede marcar la diferencia y “salvarnos” de una vida monótona e infeliz, permitiéndonos ver la luz, tras un túnel lleno de sombras.
Inma Flores 12.12.12 ©