viernes, 28 de noviembre de 2014

Un café mañanero.






Clara «lenguatrapo» y María «la seria» se encontraron ante la máquina de café.

   Hola María, ¿es cierto lo de Luis? —preguntó Clara.

   No. No es cierto —aseveró María.

   Me enteré de la escena del ascensor —insistió «lenguatrapo».

   ¿Del ascensor? Estás mal informada. Quien estaba de espaldas era Pedro, el gerente.  Nos «conocemos» desde hace cinco años;  le encantan las situaciones límites.

   Pero si Pedro está casado…

María se da la vuelta y deja a «lenguatrapo» mascullando. Para que se invente una trola, me la invento yo y sé lo que circula por ahí —pensó—. A ver cómo lo justificas, «lenguatrapo».

 

Roberto Kamé. 28/11/2014

 

 

jueves, 27 de noviembre de 2014

Paca «la gata»



 (Imagen tomada de internet. Autor desconocido)


Relato para "Cien palabras solidarias", del programa «Roscas y Cotufas» en RTC la Autonómica, a través de la Nueva Asociación Canaria para la Edición, que se emite los viernes a partir de las cinco de la tarde, hora insular canaria.
Enlace en el que se puede escuchar en directo la programación de esta emisora:
http://www2.rtvc.es/canariasradio/Directo.aspx
 
 
En una cafetería de un barrio capitalino, dos amigas esperan a una tercera:

    ¡Ay Chani! No me apetece tomarme el café frente a Paca «la gata».

    No seas así mujer, está a punto de llegar y nos va a escuchar.

En ese mismo instante entra una mujer alta, tez oscura, cabellos negros, que se acerca sigilosa a la mesa.

    Hola, veo que pidieron ya mi café — dijo con una sonrisa y, acto seguido, se sentó.

    ¿Está a tu gusto? — le preguntó Chani.

En esto que Paca «la gata» comienza a resoplar…

     ¡¡¡Puffffff!!!, ¡¡¡Puffffff!!!, ¡¡¡Pufffff!!... No, aún está caliente.

 

 

Inma Flores © 2014

viernes, 21 de noviembre de 2014

Claudio mantequilla




Era alto,  de cabellos rubios y  ojos color miel.  Un joven bastante agradable, que tenía mucho éxito con las chicas. Violeta había puesto sus ojos en él:

     Carla, ¿quién es ese chico que está frente a la pizarra?— preguntó.

     Claudio, «Claudio Mantequilla»— contestó su amiga— ¿Te gusta? Ja, ja, ja…

     Mira que eres chinchosa, era sólo curiosidad —contestó la joven.

En ese instante, el muchacho las mira, se acerca y pregunta al «nuevo fichaje de la clase», en un tono excesivamente  lento,

¿Vas a ir al cine el domingo?

Ambas se ríen a carcajadas

     ¿Comprendes?... Para ligar, siempre se derrite…
 
 
Irene Bulio © 2014

martes, 18 de noviembre de 2014

Tendrás que cambiar si deseas un cambio.


El reto de este mes de noviembre: No se tome la vida demasiado en serio; nunca saldrá usted vivo de ella.De Elbert Hubbard. —Propuesta por Frank Spoiler.




Tendrás que cambiar si deseas un cambio.

 Salió de trabajar bastante cansado. No quería volver a casa.  Desde que se enteró de que su mujer le quería dejar, era incapaz de mirarla a los ojos.

Llevaban casi veinte años casados. No habían podido tener hijos, a pesar de ser uno de los grandes sueños de  ambos. El tiempo, sin querer, se les había escapado entre obligaciones.

Primero desearon tener una gran casa; cuando consiguieron dar la entrada, había que amueblarla. Por supuesto, que el coche tenía que estar acorde con la vivienda, y por supuesto la ropa de marca que vestían.

Entre una cosa y otra, se les fueron los primeros lustros.  Después llegó la crisis y los problemas laborales. No era momento de flaquear, de dejar de dedicar tiempo a mejorar laboralmente, pues algunos de sus amigos habían sido despedidos recientemente, y si eso les sucedía no podrían mantener el estatus que tenían.

Todo iba bien, hasta  que la empresa contrató a un nuevo gestor. Era un hombre joven, de unos 37 años —cinco menor que María, su esposa—, y que siempre tenía una sonrisa prendida de su rostro.

Poco a poco notaba como el carácter de María iba cambiando, se cuidaba más, se arreglaba mejor, y poco a poco se había ido impregnando de esa sonrisa contagiosa.

¡Cómo le odiaba! No sabía cuándo le había comenzado a odiar… pero le odiaba.

Le hacía responsable de la pérdida de su esposa.  No podía pensar que él mismo tuviese la responsabilidad por no haber cuidado  su estabilidad matrimonial.

    Ya son las siete de la tarde… No volveré esta noche. Dormiré en un hotel. No soportaría volverla a ver y saber que está pensando en otro — se dijo a sí mismo, mientras se dirigía a la playa.

Se bajó del vehículo, se dirigió a la entrada de la playa y allí se descalzó. Comenzó a caminar por la arena,  mirando al horizonte.  Sin darse cuenta caminó dos kilómetros, despacio, zapatos en mano… y con un solo pensamiento en su mente: No volver a casa jamás.


Notaba cómo las lágrimas se estaban intentando escapar de sus ojos…  Paró, se sentó un poco alejado del agua, se tumbó hacia atrás, y comenzó a recordar viejos tiempos. En realidad, los instantes realmente felices fueron muy pocos.

De repente notó cómo algo se acercaba. Era un perrito, que llegaba juguetón a su lado, y su dueña corría detrás de él.

Sin quererlo, la joven lo llenó completamente de arena. Él puso cara de estar perplejo, y ella rió a carcajadas.

    Disculpe. Se me escapó Whiskie y si no se llega a parar a jugar con usted, no lo cojo en toda  la tarde — comentó la muchacha, divertida.

    No se preocupe —comentó Fabián, nuestro protagonista— Me encantan los animales.

    ¿Tiene alguno?

    No, no tengo ninguna mascota —contestó con tristeza.

    ¿Y niños? Esos sí que son complicados de controlar…

    No, tampoco niños — contestó más triste aún.

    ¿Y qué le trae por esta playa a esta hora si no es pasear a un perro o jugar con los niños? — tuvo el descaro de preguntar Katty.

La cara de tristeza de Fabián fue respuesta suficiente para Katty, que tirando de la mano del joven, comenzó a  intentar correr, llamando a su mascota:

    ¡¡¡Vamos, Whiskie!!!

Al comienzo le costó seguir a la joven, pero pronto inhaló fuerte y siguió corriendo de la mano de ella, esta vez con una mejor sonrisa.

    ¿Lo sientes? Para que exista un cambio, tú has de comenzarlo. Cambia y tu entorno cambiará — comentó la muchacha.

    Tienes razón — dijo Fabián—, esta vez con los ojos llenos de vida.

    ¡No se tome la vida demasiado en serio. No saldrá vivo de ella, se lo aseguro! —dijo Katty— mientras se dirigía a la orilla del mar, para, juguetona, mojar al joven…

Lo que ocurrió después es otra historia… ¿me ayudas a contarla?


Irene Bulio © 2014

lunes, 10 de noviembre de 2014

Al Alba...




Para 150 palabras.

Al alba..

Era aún de noche. Abrió la puerta de su casa, intentando no hacer ruido; su esposa y los niños dormían.
Cuando subió las escaleras, lo primero que hizo fue entrar en la habitación infantil. La puerta estaba entreabierta y las camas vacías. Recordó que Blanca, su esposa, le había comentado que esa tarde tenían  una fiesta de pijama. Sonrió. Una de las cosas que más le apasionaban era disfrutar del sexo mientras contemplaba, a través del  ventanal, clarear la mañana.
Por no despertarla, se dirigió al baño que estaba en la planta inferior, donde se acicaló para una velada especial… Salió del cuarto de baño  y sólo llevaba una divertida corbata encarnada con lunares blancos, que celosamente guardaba para una ocasión especial.
Se acercó a la cama, se metió bajo las sábanas y comenzó a libar la espalda de su amada. Mientras, unos pájaros picoteaban las dulces ciruelas. Amanecía.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Amor en cola.

Tema: dichetes, nombretes o sobrenombres.



Paca «la brava» se enamoró perdidamente de Jacinto «el porrón».
A pesar de ser muy diferentes, desde que coincidieron por primera vez en la cola del paro, no dejaron de mirarse tiernamente.
Acudían allí a ojear las ofertas, no precisamente de trabajo.
Cuando se decidieron a traspasar la delgada línea de compartir intimidad, Paca «la brava» acarició  la espalda, la abultada barriguita… a su amante, Jacinto. Mientras, el joven se  apretaba contra ella, que era muy alta.
Por más que presionaba con el muslo, la muchacha no logró  encontrar nunca la «varita mágica». Entendió el porqué de «el porrón».


Irene Bulio. Cien palabras solidarias.