Rocío.
Cae
la tarde. Es primavera. Se escucha el trinar tras los cristales.
Carlos va a su alcoba, toma una fragancia y se
dirige hacia la puerta, camino del parque.
Tras
las cinco vueltas habituales alrededor de la fuente, llega a su banco favorito
que está ante el pino más alto; allí solía sentarse junto a Rocío.
De
forma metódica saca dos pañuelos, pulcramente doblados; los extiende y se
sienta sobre uno de ellos.
Con
el perfume impregna una mano, la acerca a su nariz y comienza a estornudar.
La
alergia al jazmín le sigue uniendo
al recuerdo de su amada.
Irene
Bulio – marzo 2015
(Música de Jaime Barkin)
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