Despertar
Sintió algo de frío; se
deslizó bajo las sábanas. Los primeros rayos de sol se hacían rogar.
Estiró su mano, como de
costumbre, y él no estaba allí; era su amor, su vida, su compañero...
Le embriagó tanto la tristeza
que ni las lágrimas quisieron aparecer por si se entristecían.
Días atrás hacían planes
cuando, de repente, él se fue sin ella. Se fue a otro cielo, sin billete de
vuelta, sin un adiós.
Aún así sabía que cumpliría su
promesa y la esperaría en la próxima estación el tiempo que Dios estimase
conveniente.
Irene Bulio © Leer por leer.
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